San Antonio de las Huertas
San Antonio de las Huertas es una comunidad Mazahua situada a 3000 m sobre el nivel del mar en el Estado de México. La producción agrícola es escasa debido a las tierras pobres y los rigores del clima, por lo que la mayoría de los hombres y las mujeres jóvenes emigran a la capital o a los EUA en busca de mejor suerte, lo que a menudo causa la desintegración de las familias.
El suministro de agua y energía es exiguo. Para cocinar en la mayoría de los casos todavía se usa leña, lo que repercute en la preocupante deforestación de la zona.
Para combatir este problema y ofrecer una fuente de energía gratuita, la Fundación Delfino del Angel Melo introdujo tecnología solar entre un grupo de mujeres. Más de treinta familias cuentan actualmente con estufas solares y/o calentadores solares de agua que adquirieron a un precio muy reducido y con facilidades de pago a través de la Fundación.
Fiel a su principio de ofrecer ayuda para la autoayuda, la Fundación apoya a las mujeres Mazahuas en la comercialización de sus bordados. Además en fecha reciente logró establecer el contacto de algunos habitantes del pueblo con la Finca La Venturosa, dedicada a la producción de setas. El propietario de la misma, Don Ignacio Colín, les brindó amplia instrucción en la materia y con su asesoría y el apoyo financiero de la Fundación, actualmente se construyó en San Antonio un galerón para el cultivo comercial de hongos. Este proyecto, acogido con gran entusiasmo por los involucrados, brinda una nueva base de sustento para varias familias.
Casos especiales
Omar Garduño nació con mielomeningocele, por lo que no podía caminar y presentaba retraso en su desarrollo. Por esta razón, la escuela del pueblo no lo admitió y estaba condenado a vegetar en un rincón de su casa.
La Fundación logró colocarlo en un centro de rehabilitación infantil de las Hermanas Vicentinas en la capital, donde asiste a la escuela y está registrando grandes adelantos tanto en su condición física como en su rendimiento escolar.
Maricela Sánchez es una adolescente que sufría de insuficiencia renal terminal, sin más esperanza de vida que la que pudiera darle un transplante de riñón.
La Fundación aportó los recursos para que sus familiares le construyeran un cuarto higiénico con baño y suministro propio de agua junto a la modestísima casa de su familia. Esto era la condición previa para poder realizar el transplante con la posterior imunosupresión.
Finalmente la Fundación logró establecer el contacto con la Asociación Ale, dedicada al apoyo de pacientes necesitados de transplantes, y con el apoyo financiero de ésta y de la Fundación, en abril de 2010 le fue transplantado a Maricela un riñón de su madre. Posteriormente y en tanto no se había logrado la incorporación de Maricela al Seguro Social, la Fundación la apoyó con los costosos medicamentos que tiene que tomar de por vida para evitar el rechazo del órgano transplantado. En la actualidad seguimos asumiendo el costo de estudios y consultas especiales, para asegurarle también en el futuro la supervisión de su tratamiento por parte del doctor que la operó.
Con gusto, todos observamos como gracias a la operación, la niña apática y embotada que había sido Maricela se convirtió en una adolescente vivaz y alegre, como corresponde a su edad. También pudo retomar sus estudios y en agosto de 2012 pasó al segundo año de la Preparatoria.
Lamentablemente, con el correr del tiempo Maricela tuvo que sobrellevar varias crisis con amenaza de rechazo del órgano transplantado y para ayudarle, la Fundación en diversas ocasiones tuvo que apoyar financieramente tratamientos especiales.
Hospital de Enfermos Crónicos Dr. Gustavo Baz Prada, Tepexpan
En este hospital vivió durante muchos años Delfino del Angel y gracias a su iniciativa, unos veinte de sus compañeros se unieron en un grupo de apoyo mutuo. Es a este grupo y a los demás pacientes del Hospital, a quienes la Fundación apoya consiguiéndoles sillas de ruedas motorizadas (la mayoría de ellas, equipo usado donado en Alemania), colchones especiales contra escaras y otros equipos, y organizando para ellos actividades recreativas, como visitas a museos, fábricas y eventos culturales y deportivos.
Desde hace varios años apoyamos a las Hermanas Vicentinas que trabajan en los pueblos más retirados de la Sierra Tarahumara de Chihuahua con comunidades indígenas sumamente pobres. A ellas les enviamos ropa y tela polar que las mismas mujeres convierten en ropita para niños para los inviernos extremadamente fríos, así como donativos en efectivo para la compra de semillas que se reparten entre las familias y les aportaron buenas cosechas.