Debido, por un lado, a nuestra precaria situación financiera, y por el otro, a problemas familiares y de salud de vario integrantes de nuestro pequeño equipo, nuestras actividades del año 2017 transcurrieron, durante los primeros siete meses, en un marco muy modesto, limitándose a medidas menores, como ayudas para la adquisición de medicamentos, donación de colchones y cojines especiales contra escaras para el Hospital de Tepexpan, reparación de sillas de rueda eléctricas y apoyo para la estudiante de enfermería Rocío, quien mientras tanto ha concluido sus estudios con resultado excelente.
Pero después de esta fase de escasa actividad, el mes de agosto nos trajo la gratísima sorpresa de un generoso donativo de la Fundación Pro-Interplast de Seligenstadt, [gracias a la mediación de nuestro viejo amigo y bienhechor, Señor Kühner,] que nos puso en condiciones de prestar valiosa ayuda a un considerable número de personas. En el Hospital de Enfermos Crónicos de Tepexpan, que desde nuestros inicios es uno de los focos principales de nuestra actividad, pudimos facilitarles medicamentos a varias personas con discapacidad, pagar una prótesis de cadera, así como de tratamientos dentales y de aparatos auditivos para una persona con graves problemas de audición, aparte de los siempre tan necesarios colchones y cojines anti-escaras.
En el marco de nuestro proyecto Corre Coyote pudimos enviar tela polar para la confección de ropa de abrigo aparte de otros materiales necesarios a esta remota región de la Sierra Tarahumara,-donde la estación invernal suele hacer serios estragos.
Además compramos varias sillas de ruedas manuales, sillas cómodo, colchones especiales y auxiliares auditivos para diferentes personas necesitadas y apoyamos a una mujer indígena de la selva Lacandona, que tiene que venir varias veces al año a la capital, para tratamiento médico y pudimos financiar una prótesis de pierna para un joven padre de familia.
Sin embargo, la mayor satisfacción nos dio el hecho, de que gracias a este donativo no sólo le pudimos financiar nuevos medicamentos, visitas médicas y sesiones de fisioterapia y renovar los aparatos ortopédicos que le habían quedado chicos a Omar, el muchacho Mazahua con mielomelingocele, nuestro protegido especial desde hace más de diez años. Desde que al término de la escuela primaria había tenido que regresar a su pueblo, nuestra mayor preocupación había sido que el muchacho, deseoso de leer y aprender, no podía asistir a la escuela secundaria, porque el camino de tierra que lleva a la misma, es tan accidentado que resulta imposible transitarlo en silla de ruedas. Ahora finalmente pudimos encargar una silla eléctrica robusta, para todo terreno, hecha a su medida, en un pequeño taller artesanal, dirigido por un ingeniero que es, él mismo, una persona con discapacidad. Esperamos que con este vehículo pueda concluir, aunque sea tarde, sus estudios de secundaria y desarrollar cierta autonomía, ya que dentro de unos meses cumple 18 años.
Algunos de nuestros amigos y bienhechores nos han hecho llegar donativos para los damnificados del terremoto. Estos recursos los hemos empleado básicamente para material de construcción en el Estado de Morelos y para material médico para el Hospital Macedonio Benitez Fuentes en Juchitán, Oaxaca. Hasta enero de 2018, dicho hospital estuvo alojado bajo lonas en la cancha de fútbol del pueblo. Ahora se pudo trasladar a un alojamiento provisional en lo que fue alguna vez un centro cultural, junto a la central de bomberos. Allí les sigue faltando todo tipo de material, desde batas para los médicos y ropa estéril para el quirófano hasta tiras para medir el nivel de glucosa en sangre y colchones especiales. Desgraciadamente los años no pasan en vano y así es que nos hemos visto obligadas en algunas ocasiones a reducir el ritmo de nuestras actividades. Pero el segundo semestre de 2017 nos ha dado nuevas energías y un importante impulso, por lo que agradecemos de todo corazón a nuestros amables donadores, también en nombre de los diversos beneficiarios.